Pero qué voy a humanizar yo, justo. Fijate: ayer hiciste el esfuerzo de sacrificar tu buen gusto y todo nuestro sobrio historial de etiquette para enviarme una de esas sonrisas de Messenger que no soportás.(Esa carita que sonríe un poco más que la carita insulsa común) Y yo pensaba en la realidad de esto, en los paquetes de información viajando por canales propicios, en los kilómetros de cableados y switches involucrados en la cuestión. ¡Era todo electricidad! Sonrisas descompuestas en pulsos cuantificables (voltaje, intensidad de carga); “
señor, esta sonrisa ya no tira 12 V, le conviene cambiarla antes que hacerle una recarga”.
Tal vez, las caritas que nos enviamos pasan por el mismo cable; tal vez, en realidad, nunca se cruzan, las separan ciudades y túneles. El riesgo de un cortocircuito no existe, no hay intimidades luminosas sobre las que deban los técnicos lamentarse.
Y vos…¿habrás sonreído más, como el smiley? ¿cuántos voltios? Yo sí, me río como un tonto: :D. Si las computadoras vinieran con espejo, el Messenger sería un fracaso.
- Ayer estaba pensando en hacer un post de protesta acerca de la situación que me aqueja. El problema consiste en que me gustaría escribir más, pero no tengo ganas (¡dónde están esos enanos cuando se los necesita!). Después vi el post de la señora Baterflai, muy sobre el tema, así que nada, eso, coincido con los poderosos. Si dije que no podía escribir, no me voy a redactar una Biblia ahora, ¡carajo!
Alguien me dijo que tengo el síndrome navideño. Puede ser. El fin de año es un poco arbitrario para mí, que no comprendo muy bien el calendario.
—Chicos, entreguen sus hojas…
—¿cómo, había examen hoy?
- Iba a humanizar con algo más, pero me olvidé. Igual (haciéndome el coloquial), el block viene bastante humano últimamente. Humano en demasía, diría mi gato, si hablara. No es como antes, cuando lo administraba un robot (léase róbot) que ni siquiera contestaba los mensajes. Ahora lo maneja HAL 9000.
jueves, diciembre 16, 2004
Quiero
La potencia radiante de las mañanas. La hiperrealidad de un par de cuadras de la mañana: el aire filoso, el sol que se dispersa sin obstáculos, los perros gigantescos que se doblegan a mi paso.
Algo que sople más fuerte que la quietud
Cuánta niebla hay últimamente. La hay en demasía, acotaría mi gato, si hablara. Y yo nunca desconfío de mi gato y las cosas que me podría llegar a decir. Otra vez tiene razón.
Nosotros queremos algo más sólido que esta niebla espesa donde los días conducen sin luces y sólo se llegan a tantear los recuerdos de agosto hechos pelusita por aquí y allá. Voy a probar: ladrillo, libro gris y naranja, perro durmiendo al sol.
(no funcionó)
Una propuesta de negocios
El enanito salió de la máquina de café con gran ceremonia, como si se estuviera bajando de una cápsula Soyuz o de una locomotora a vapor (cosas que, en este momento, y a efectos metafóricos, vienen a ser casi lo mismo). Por alguna razón, ignoró a los que recargaban el café: parecía más preocupado por acomodarse su sombrero puntiagudo.
Me acerqué y le extendí mi saludo. Mentira. En realidad, le agarré la mano efusivamente, ilusionado, como cuando conocí al Caballero Rojo de Titanes en el Ring. El enanito sonrió y, con su vocecita de conejo, me dijo: “¡Ah, vos sos el que puso la moneda de 1978! Pero tranqui, eh...yo, muzza...vamo y vamo”.
(Oh Captain! My Captain!)
Si el saboteador del navío termina siendo el único ahogado, bien podemos hablar de justicia. Y por mano propia.
viernes, diciembre 10, 2004
Preguntas sobre el tiempo
Ella se había disipado completamente de las escaleras del subte. Él volvió hacia la avenida y caminó un par de cuadras en la bruma de luces y cuerpos de la noche. Pensó en lo que vendría, en el tiempo. Porque ahora se venía el tiempo y toda su porquería inevitable: el olvido, las ficciones sobre lo olvidado, los instantes como hojas desparramadas por una tormenta lineal.
Pero ¿desde dónde venía el tiempo? ¿era como el viento, arremolinaba en su atropello? ¿Dónde iba el viento cuando ella lo alejaba con las pestañas? ¿Desde dónde soplaba el tiempo?
Cuando ella estaba, no había tiempo. La vida que se expandía en todas direcciones, en perezosa explosión, era un momento que se agigantaba, un todo. ¡El mundo no se desgranaba! Pero los solos, se dijo, los solos como él: poco sería de ellos sin el puto tiempo. Ellos no estallaban lentamente expandiéndose y sólo en la sucesión podían ser o encontrar el empujón que los hiciera morir de una buena vez, hacia adelante. ¿Los solos reposaban en un tiempo que los desarmaba?
¿O sólo él solo?
A ella, bajando las escaleras del subte, la había disipado el viento. Viajaba en un vagón casi vacío, con un atmósfera que parecía demasiado brillante porque faltaban otros cuerpos que absorbieran la luz. Tanto, que no sentía la sombra de sus propias pestañas. Sobre el pasillo del vagón, un mapa electrónico anunciaba en rojo las estaciones que se sucedían mientras el tren avanzaba y hacía vientos bajo la tierra.
A modo de trackback (dado que carezco de esa utilidad o servicio público), dejo un link al sitio de la señorita Libélula, quien graciosamente me ha insipirado con este post: Puentes de agua.
miércoles, diciembre 08, 2004
Una verdad para cada cual
Los dos niños siguieron su camino.
—Este mujik es una buena persona —dijo Kolia a Smúrov—. A mí me gusta hablar con la gente del pueblo y siempre me alegra hacerle justicia.
—¿Por qué le has mentido diciéndole que nos azotan? —preguntó Smúrov.
—Había que consolarle un poco.
—¿De qué?
—Verás, Smúrov, no me gusta que vuelvan a preguntar cuando las cosas no se comprenden a la primera palabra. A veces no hay manera de explicarlas. Este mujik cree que a los escolares los azotan y deben azotarlos: ¿qué escolar sería aquel a quien no azotaran? Si le digo sin más ni más que a nosotros no nos azotan, se asombrará y se disgustará. Claro, tu esto no lo comprendes. Con la gente del pueblo hay que saber hablar.
Fiodor Dostoievski,
Los hermanos Karamazov.
martes, diciembre 07, 2004
hermosa como una noche
en voz alta pintabas
lunas vivas
ráfagas de rocío
sobre el silencio
de las miradas
una noche hermosa
como tu voz
mis pájaros bebieron
el viento de tus palabras
se mancharon de temblores los picos
y alrededor de esas tormentas
el aire se caía a pedazos
con todas sus sombras
sobre los vasos de un bar
A mi admirada M.C.
domingo, diciembre 05, 2004
Cuando sea grande voy a hacer un curso de control mental. Mis dos anhelos son usar el poder de la mente para:
- doblar una cuchara
- transformar uno de mis gatos en un panda.
Acepto ayuda para el último proyecto.
Me gustan las frases hechas del estilo “
hay un antes y un después de” o “
el mundo se divide entre los que X y los que no”. Y me gustan porque demuestran que el foco sobre la realidad uno se lo puede antojar situado en cualquier lado. En coordenadas arbitrarias. También me gusta la frase “
somos yo y mi moto”, aunque no tengo moto (pero ese es otro tema).
Un comunicado: “hay un antes y un después de este post y el mundo se divide entre los que saben dibujar jirafas y los que no. Es totalmente cierto”.
Del comunicado anterior resulta curiosa la parte final, donde se remarca la total sinceridad de lo dicho. Me hace acordar a esos folletos de supermercado donde ponen el precio de un producto y, debajo, la leyenda “MUY BARATO”. ¿Alguien lo cree? De la extrema aseveración siempre surge la sospecha. Por eso, el famoso dicho: “
no aclares que oscurece”. Imagínense una señora que entra a Frávega y ve una licuadora adornada con un cartelón que dice FUNCIONA. Ella sospechará, se volverá astuta, así que sólo diremos: esto es más o menos cierto.
Hay que declamar y propalar, amigos. Todos tenemos algo para decir al mundo. Hoy es mi turno y me aprovecho. La verdad sea dicha: carezco de sifones de soda.