No hay tu tía
En algún lado están los terrones de azúcar.
Clic de la felicidad
Happy Happy Joy Joy






lunes, abril 30, 2007
Las mejores películas de mi vida 
La madre era tía de su propia prima e hija de su hermana. Un medallón tradicional de la familia daba prueba de todo.

Debido a su alergia a los tomates, los marcianos devuelven a Mickey y se marchan.

El falso cura admite ser oftalmólogo. Los isleños lo quieren igual y lo perdonan: "peor si hubiera sido al revés", dicen. Pero la ley habrá de ser cumplida.

Mickey despierta del sueño criogénico con mucha sed y sin alma. Escupe en la calle, tira niños a los chanchos y muestra sus partes en una concesionaria de automóviles. Lo vuelven a congelar.

Lindsay resulta ser una fanática secreta de las armas y despedaza a los canguros zombies con una Gatling Minigun 7,62 mm que extrajo de un helicóptero derribado a naranjazos. Como la película es argentina, en un momento ella dice: "¡Vengan de a uno, carajo!"

Lindsay examina el CD y, viendo el arco iris que se refleja en la superficie del disco, consigue descifrar el contenido. Esa noche, los Irutzi festejan a la luz del fuego por haber recuperado sus tierras. En un momento, como la película es argentina y ella está borracha de alcohol y droga aborigen, piensa en pararse y decir "¡Vengan de a uno, carajo!". Pero justo se enamora de un tipo que pasa en un Fiat 125.

Aldo gana la final del campeonato mundial de taba y lo reclutan de la NBA.

Mazinger Z rompe las cerraduras del edificio de las mujeres, que ahora huyen libres, sólo vestidas con diminutos soquetes.

El hombre horizontal tiene serios problemas en el ascensor y en el cine. También le cuesta conseguir amigos y novia. Sus relaciones empiezan en la horizontalidad del sexo, pero se complican luego, cuando debe asumir compromisos verticales.
El hombre horizontal, frente a un formulario burocrático, tacha el ítem altura y lo reemplaza por longitud. Esta película es italiana y está buena porque hay mucha carne y puteadas.

Un hombre conoce a Barney, que está repartiendo volantes frente a los cines de Caballito. Se lo lleva a vivir a su casa y le enseña Tai Chi Chuan. Discuten a Toni Negri, deploran distintas literaturas y ensayan alegres coreografías. La vida se rodea de ese temblor que sucede a las palabras de la poesía. El hombre piensa planes para ambos, piensa: empuñaré mis sueños para cincelar el futuro(*). No le importa nada.
Un día, regresa al hogar y Barney no está. Lo espera y no viene. Lo espera otro día, lo busca, lo persigue pero nadie sabe de él. Hasta se lo niegan: nunca existió. La tristeza y la soledad se oscurecen por la sombra de una locura sospechada.
Pasan meses. El invierno ya se siente en la calle cuando, una tarde, lo ve venir del brazo de otro, un marinero. Ellos sonríen mientras cortan el gentío abrigado de junio. Él, herido de muerte, se para frente a Barney como esperando una respuesta. Pero Barney desvía la mirada y sigue de largo. Él insiste, lo llama desesperado y lo tironea de un brazo, pero sólo recibe una trompada naval a cambio. Desde el suelo, ve a Barney decir: mi nombre es Adolfo y no soy un dinosaurio. No te conozco.

Esta también es argentina y trabaja Alberto Fernández de Rosa. No hay fornicación ni armas automáticas, pero tiene lo suyo.

* Buen slogan para Academias Pitman.
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Half Life nos deja la enseñanza que, además de las hormigas, al cataclismo nuclear sobrevivirán las máquinas de gaseosas.

                                                       posteado por Adrián a las 1:57 p. m.



viernes, abril 13, 2007
Blub 
La productividad adolece de perjuicio severo. Hay sueño, hay notoria existencia de la espalda, hay la atrapante aficción al entretenimiento. Ese tenerse entre, pero sin punto de partida o de llegada. El solo estar.
¿No es medio irracional andar por ahí 14 horas seguidas sin echarse una siestita?
Veo la productividad admirable de otros. Ellos, a quienes conocía y tenía en consideración como iguales en cuanto capacidad productiva e ingenio para evadir los obstáculos. Hoy tengo mucho desorden.

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Graffitti en un camión que pasó y se fue
Gallagan = puto.

El signo de igualdad le agrega una nueva dimensión a la leyenda. Ni hablar del punto final. Estamos ante un campeón anónimo de la gramática del insulto. Lo felicito y le extiendo mi torpe extremidad mánica en afectuosa señal de reconocimiento. Con semejante rival, Gallagan está perdido.

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Agraciado personaje de alta productividad tuvo la bondad de comunicarme que los dinosaurios tuvieron carne de pollo. Yo (llo), que antes no creía en los dinosaurios (pero sí en los dragones), empiezo a concederles cierto nivel de realidad. Porque en los pollos sí creo.

Siento la mágica inminencia de un acontecimiento. Casi que, uno de estos días, me pongo a pensar.

                                                       posteado por Adrián a las 4:53 p. m.