La madre era tía de su propia prima e hija de su hermana. Un medallón tradicional de la familia daba prueba de todo.
Debido a su alergia a los tomates, los marcianos devuelven a Mickey y se marchan.
El falso cura admite ser oftalmólogo. Los isleños lo quieren igual y lo perdonan: "peor si hubiera sido al revés", dicen. Pero la ley habrá de ser cumplida.
Mickey despierta del sueño criogénico con mucha sed y sin alma. Escupe en la calle, tira niños a los chanchos y muestra sus partes en una concesionaria de automóviles. Lo vuelven a congelar.
Lindsay resulta ser una fanática secreta de las armas y despedaza a los canguros zombies con una Gatling Minigun 7,62 mm que extrajo de un helicóptero derribado a naranjazos. Como la película es argentina, en un momento ella dice: "¡Vengan de a uno, carajo!"
Lindsay examina el CD y, viendo el arco iris que se refleja en la superficie del disco, consigue descifrar el contenido. Esa noche, los Irutzi festejan a la luz del fuego por haber recuperado sus tierras. En un momento, como la película es argentina y ella está borracha de alcohol y droga aborigen, piensa en pararse y decir "¡Vengan de a uno, carajo!". Pero justo se enamora de un tipo que pasa en un Fiat 125.
Aldo gana la final del campeonato mundial de taba y lo reclutan de la NBA.
Mazinger Z rompe las cerraduras del edificio de las mujeres, que ahora huyen libres, sólo vestidas con diminutos soquetes.
El hombre horizontal tiene serios problemas en el ascensor y en el cine. También le cuesta conseguir amigos y novia. Sus relaciones empiezan en la horizontalidad del sexo, pero se complican luego, cuando debe asumir compromisos verticales.
El hombre horizontal, frente a un formulario burocrático, tacha el ítem altura y lo reemplaza por longitud. Esta película es italiana y está buena porque hay mucha carne y puteadas.
Un hombre conoce a Barney, que está repartiendo volantes frente a los cines de Caballito. Se lo lleva a vivir a su casa y le enseña Tai Chi Chuan. Discuten a Toni Negri, deploran distintas literaturas y ensayan alegres coreografías. La vida se rodea de ese temblor que sucede a las palabras de la poesía. El hombre piensa planes para ambos, piensa: empuñaré mis sueños para cincelar el futuro(*). No le importa nada.
Un día, regresa al hogar y Barney no está. Lo espera y no viene. Lo espera otro día, lo busca, lo persigue pero nadie sabe de él. Hasta se lo niegan: nunca existió. La tristeza y la soledad se oscurecen por la sombra de una locura sospechada.
Pasan meses. El invierno ya se siente en la calle cuando, una tarde, lo ve venir del brazo de otro, un marinero. Ellos sonríen mientras cortan el gentío abrigado de junio. Él, herido de muerte, se para frente a Barney como esperando una respuesta. Pero Barney desvía la mirada y sigue de largo. Él insiste, lo llama desesperado y lo tironea de un brazo, pero sólo recibe una trompada naval a cambio. Desde el suelo, ve a Barney decir: mi nombre es Adolfo y no soy un dinosaurio. No te conozco.
Esta también es argentina y trabaja Alberto Fernández de Rosa. No hay fornicación ni armas automáticas, pero tiene lo suyo.
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Buen slogan para Academias Pitman.-------------------
Half Life nos deja la enseñanza que, además de las hormigas, al cataclismo nuclear sobrevivirán las máquinas de gaseosas.
viernes, abril 13, 2007
La productividad adolece de perjuicio severo. Hay sueño, hay notoria existencia de la espalda, hay la atrapante aficción al entretenimiento. Ese tenerse entre, pero sin punto de partida o de llegada. El solo estar.
¿No es medio irracional andar por ahí 14 horas seguidas sin echarse una siestita?
Veo la productividad admirable de otros. Ellos, a quienes conocía y tenía en consideración como iguales en cuanto capacidad productiva e ingenio para evadir los obstáculos. Hoy tengo mucho desorden.
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Graffitti en un camión que pasó y se fueGallagan = puto.El signo de igualdad le agrega una nueva dimensión a la leyenda. Ni hablar del punto final. Estamos ante un campeón anónimo de la gramática del insulto. Lo felicito y le extiendo mi torpe extremidad mánica en afectuosa señal de reconocimiento. Con semejante rival, Gallagan está perdido.
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Agraciado personaje de alta productividad tuvo la bondad de comunicarme que los dinosaurios tuvieron carne de pollo. Yo (llo), que antes no creía en los dinosaurios (pero sí en los dragones), empiezo a concederles cierto nivel de realidad. Porque en los pollos sí creo.
Siento la mágica inminencia de un acontecimiento. Casi que, uno de estos días, me pongo a pensar.
viernes, marzo 30, 2007
No sé si lo soñé o finalmente ocurrió. Una película donde el fanático de las armas despedaza a los canguros zombies con un cañón antiaéreo de calibre 20 mm. Él se regocija-ilumina mientras el aluvión mónstruico cae descarnado para fundirse con el desierto oscuro. Cuánta blandura en los animalitos aniquilados por el loco. En sus huesitos solitos. (Alta cadencia de disparo, un arma diseñada para abatir Migs-15 rojos en Corea, ahora desbocada sobre el empecinamiento típico de los zombies). Es que, a la larga, uno se encariña con el terrible marsupial, solo y canguro, pobrecito. Pero con el zombie humano no; a ese, ni un vaso de agua.
Después pude encontrar una peli de ciencia ficción, futurista, bien a mi gusto.
Todo ocurría en un país regido por un triunvirato de pelados con anteojos de apariencia ingenieril. En aquel territorio, el ingenio prevalecía totalmente sobre la naturaleza y los hombres, lo que daba lugar a una perfección ineludible de lo cotidiano y a una falta de expectativas mortal. Se registraba una disminución gravísima en las tasa de natalidad, incendios, fornicación, disputas y quejas.
Cierto día, para revertir la situación, el triunvirato decidió generar un acontecimiento que propiciara un oleaje emotivo de gran magnitud. Se concluyó que convenía embarcar el país en la gran empresa social de maximizar el tamaño de los pollos.
Era cierto que ya nadie toleraba la ineficacia cárnica de los pollos, su poca eficiencia nutricional, su inutilidad. “¡Estás pollísima!”, se acusaban las mujeres en contienda. El lenguaje se había colmado de pollismos desdeñosos. Urgía empollar los pollos a su máxima pollez: borborotarlos, si fuera posible. Pero, tristeza en el país, para que los pollos crecieran se necesitaba alumbrarlos con lámparas poderosas, y el país no tenía suficiente energía para eso.
Se consultó a las mayores inteligencias, que entonces estaban dedicadas al diseño de cohetes intergalácticos, aviones de caza y comidas en pomo de pasta dental. En una gran reunión se decidió que lo mejor era montar un gran espejo en el espacio, que reflejase constantemente la luz del sol sobre un territorio delimitado. Ahí residirían y crecerían los pollos, picoteando por el campo, tranquilos y sin advertir su abominable sobredimensionamiento.
Después de eso, la película es puso medio loca, onda Matrix, y me fui a dormir.
En estos días vi el corto Sol naranja en una emisión de Canal 7. Mis felicitaciones.
lunes, enero 29, 2007
El río viene a dar en un bolsón de agua cuyo nivel es controlado por unas esclusas. Sobre éstas hay un puentecito hecho con tablas de madera de medio metro de ancho y sin barandas. Para pasar tenés que ser medio guapo y haber decidido antes para qué lado vas a tratar de caerte en caso que pierdas el equilibrio. No es una elección difícil, porque de un lado te espera el agüita y del otro, una muerte violenta sobre las piedras.
Creo que en este lugar tendrían que colocar un cartel de advertencia: "Cruce peligroso" , "Puente nefasto", o algo así. Pero pensándolo bien, este tipo de avisos genéricos, de fantasía, no asustan a nadie. Habría que hacer, en cambio, un estudio más severo sobre la peligrosidad real del puentecito. Cuantificar el riesgo.
Fácil: para algo están las escuelas. Hacés pasar mil niños y al final contás cuántos se te cayeron. De ahí sale el coeficiente de riesgo de un cruce, pero también podría usarse para escaleras, ascensores, calesitas, etc.. A ojo desnudo, calculo que el puentecito de las esclusas tiene una peligrosidad de 1/500n (niño), lo que es aceptable, pero habría que hacer la prueba verificatoria y después poner el cartel de advertencia que corresponde.
lunes, enero 22, 2007
Acabamos de conocer una gata. Una flaquita marmolada. Va de una mesa a otra frotándose contra las patas de las sillas, contra las paredes. Pide: algo de carne, el contacto satisfactorio de alguna mano.
No sabemos si trabaja en esta parrilla o vino, nada más, como nosotros, a comer. Hablando de comer: sorprende que lo único que hay en esta parrilla es, según nos comenta el mozo, "parrilla". Es decir, todo o nada. Que sea el todo, entonces.
Mientras la gata sigue paseando, el todo, el absolutismo de la palabra "parrilla", se convierte en un breve devenir de nimiedades cárnicas con las que uno no llega a establecer una relación de real conocimiento como pasa cuando se está frente a un verdadero asado.
Antes de irnos pienso que, cuando crezca, esta va a ser una gata muy cachafaz(a). Una belleza desordenada. Una pena que no podamos llevárnosla o conseguirle un mejor trabajo.
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Ayer vi una oveja carneada. Son las cosas lindas del campo (?)
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jueves, enero 04, 2007
No estornudo en ascensores; no soy de la naturaleza.
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Esa diferencia que habemos en el entendimiento íntimo de los signos de interrogación y exclamación. Y luego esa diferencia insoluble entre la voz y el cuerpo que dicen (el decir) y la tontería de entonar la escritura con un puntos y palitos (a estacazos).
No digo la diferencia que de nuestro entendimiento íntimo sobre las palabras y las mesas (sillas), u otros signos. Importa sólo la entonación. Como yo apenas entiendo, vamos al ejemplo ==> Me interesa el muchacho del messenger que pone en funcionamiento los siglos de pulimento, mezcla y derrame del lenguaje en un "joyaaa!!!" aprobatorio. ¡Qué festejo!: ¿qué festeja? Yo me reservo los signos de admiración para el día que me gane el Loto, así que cuando chateo con él me pregunto si lo estoy molestando justo en el momento crucial en que su suerte lo hace millonario. Después, poco después, me lo encuentro en su física persona y trato de descubrir en él los puntos y los palitos de la exclamación eufórica. Lo examino, lo charlo, lo grabo en cinta, lo escucho con detenimiento. Las estacas no aparecen, no cortan la cinta. Sí un ritmo cansino en un campo sin árboles, una seriedad que evade la intensidad emocional. No hay rastros del dinero del Loto ni de las joyaaas.
Entonces: tenés razón, no vas a escribir como habás y viceversa. Pero, ¡pero!: no es lo mismo y me permito querer una mayor correspondencia entres las performances comparadas, al menos para entender lo que decís y si realmente te ganaste el premio mayor o estás así de alegre sólo de respirar.
Como te darás cuenta, yo no tengo buena onda.
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¡Feliz 2007!!